sábado, mayo 26, 2007

"Sócrates te ama"


Acabo de ver el espectáculo "La revelación" en Santa Coloma de Gramanet. Nunca había visto nada de Leo Bassi y, la verdad, me ha parecido francamente divertido, crítico, ácido y una pizca surrealista. En definitiva, me ha encantado. Gracias por luchar contra esos "vestigios del pasado" que intentan imponernos de nuevo el yugo del temor a "una supuesta entidad superior". Es necesario que volvamos a luchar contra la intolerancia y el dogma porque "ellos no dejan de hacerlo y nosotros estamos un poco dormidos".
Gracias Leo and cia.

PS: esto que sigue es un trozo de un comentario en el blog de LEO BASSI http://www.leobassi.com/


LEO:
la bomba que te pusieron no ha sido tomada todo lo en serío que merece el caso.Imagina que se la hubieran puesto a alguien de la iglesia, o de la cope, ya estarían todos en la calle en mil manifestaciones CONTRA EL TERRORISMO como han hecho este año.
He leido que la policía dijo que de haber explotado hubiera sido terrible para los cientos de espectadores que en ese momento veian el espectaculo!
¿sabías de ese articulo en un periódico que se considera profesional, Leo? AQUI lo pongo para que lo podáis leer:

un abrazo leo a ti y a todo tu equipo.
miles os apoyamos.

"DE ARTISTAS Y PELAGATOS..."
(ARTÍCULO ESCRITO POR JUAN MANUEL DE PRADA ACUSANDO A LEO BASSI DE HABERSE PUESTO LA BOMBA ÉL A SÍ MISMO)

publicado el sábado 18 de marzo de 2006 en edición Madrid y demás.

"La institucionalización de la mamandurria automática se ha convertido en
la razón de ser de la cultureta contemporánea. Tan entronizado se halla el
concepto en el subconsciente seudoprogre que basta con que una institución
pública se niegue a beneficiar con sus subvenciones cualquier mamarrachada
travestida de arte para que enseguida se la tache de represora e
inquisitorial.

Acaba de ocurrir en Toledo, donde la retirada de ayudas públicas a un
festival teatral que había incluido en su programación cierta cochambre
que escarnece la religión católica ha sido tildada de «vuelta a la
censura» por los mismos que ayer solicitaban comprensión y sensibilidad
hacia la religión islámica. Incluso las paredes de la catedral y del
palacio arzobispal toledano han amanecido pintarrajeadas con inscripciones
que recuerdan el clima de aquellos maravillosos años -¡olé la memoria
histórica!- en que los curas eran pasados por el plomo.

Y es que, por lo que se ve, la religión católica se ha convertido en el
sparring sobre el que cualquier zascandil o valentón puede desahogar su
espíritu iconoclasta, para después posar de estupendo ante la galería; en
cambio, ¡jodo cómo se encogen y envainan su espíritu iconoclasta los
valentones y zascandiles cuando se trata de escarnecer otra religión que
no predique entre sus fieles la mansedumbre! Lo que demuestra que los
llamamientos al respeto de los sentimientos religiosos y demás zarandajas
que escuchamos cuando la crisis de las caricaturas de Mahoma no son sino
síntomas diarreicos propios de los fantoches que sacan pecho cuando saben
que su ofensa va a resultar impune, pero reculan cuando huelen que puede
costarles un disgusto.

Lo curioso del asunto es que quienes cultivan esta fantochería fanfarrona
se disfrazan, además, de transgresores, como si con sus mamarrachadas
estuvieran jugándose el pellejo. Así ha ocurrido con el pelagatos que ha
provocado este demencial episodio toledano, el mismo que mientras atufaba
la cartelera madrileña con su bodrio urdió un montaje chusco (enseguida
magnificado por la prensa amarilla), haciendo creer que alguien había
tratado de dinamitarlo con una bomba de confección casera.

Pero la verdadera transgresión exige algo más que el aspaviento burdo y el
victimismo. La verdadera transgresión presupone, en primer lugar, un
artista (rango que el pelagatos en cuestión, repescado de los cajones de
saldo de «Crónicas marcianas», no alcanza); y, en segundo lugar, un tabú
defendido por una verdadera estructura de poder. La verdadera transgresión
condena al artista a la marginación, convirtiéndolo en una suerte de
apestado social. La verdadera transgresión, en fin, no se conforma con la
burla desdentada y patibularia, sino que aspira a remover los cimientos de
acatamiento sobre los que se asienta cualquier forma de dominación. Cuando
no se cumplen estos requisitos, la transgresión se queda en pura artimaña
de farsante.

El pelagatos, a diferencia del verdadero transgresor, elige como diana de
sus espumarajos un falso tabú, esto es, un tabú que nunca lo fue o que por
circunstancias diversas dejó de serlo. En España, desde luego, no existe
un tabú más falsorro que el dogma católico; injuriar las convicciones
religiosas de los españoles que, contra viento y marea, aún se atreven a
profesar esta fe se ha convertido en un marchamo de progresía y
respetabilidad, en un timbre de gloria para cualquier chisgarabís con
ínfulas de estrellato.

Pero, como decía más arriba, lo más curioso del asunto -lo que revela el
grado de podredumbre que infecta nuestra época- es que cualquier
pelagatos, después de ofender impunemente las pacíficas creencias de los
católicos, puede además erigirse en campeón de la libertad. Misterios de
una sociedad cautiva que confunde el arrojo del verdadero artista con el
matonismo del pelagatos.

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